Sabíamos que alguna vez sería,
pero nunca estimábamos que
pronto,
la vimos alejarse entre sollozos
mientras iba detrás del policía.
Toda la vecindad se lo temía,
él era un atorrante y un mafioso,
siempre llevaba el sábalo un
bufoso
allí donde el bolsillo se
expandía.
Todo el que a hierro mata, a
hierro muere,
por algo ya lo bate ese refrán,
de igual modo acabó el
lugarteniente
del tristemente célebre Galván.
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