Las luces del Centro lastiman sus ojos
y la ciudad misma le parece un sueño,
se siente dichosa la piba risueña
que dejó el suburbio tan fule y tan
reo.
Sus ojos celestes se van agrandando
ante aquella cosa llamada Obelisco,
nada se parece a la mishiadura
de aquel miserable viejo conventillo.
La piba pretende ser fina y bacana,
una pitucona de muchos alardes,
quiere andar en coches de último modelo
y dejar su aroma por todas las calles.
Atrás quedó el viejo pasado mistongo,
las malas comidas y el pobre vestir,
pobrecita piba, no sabe que sólo
el destino puede... ¡darle el no o el sí!