lunes, 29 de junio de 2015

SUEÑOS DE UNA PIBA















Las luces del Centro lastiman sus ojos
y la ciudad misma le parece un sueño,
se siente dichosa la piba risueña
que dejó el suburbio tan fule y tan reo.

Sus ojos celestes se van agrandando
ante aquella cosa llamada Obelisco,
nada se parece a la mishiadura
de aquel miserable viejo conventillo.

La piba pretende ser fina y bacana,
una pitucona de muchos alardes,
quiere andar en coches de último modelo
y dejar su aroma por todas las calles.

Atrás quedó el viejo pasado mistongo,
las malas comidas y el pobre vestir,
pobrecita piba, no sabe que sólo
el destino puede... ¡darle el no o el sí!

BAUTISMO MALEVO (Lunfasoneto)













Cuando peló el faquero la finyinga
y ésta se vio brillar bajo la luna,
él, que no era mariano ni batista,
en la mano pegó la pateadura,

de suerte que el metal, como si un ave,
de la garra salió pegando un vuelo,
y, frente al caso, todo el sabalaje,
expectante, junaba los sucesos.

El faquero se vino fulo, pero
su aterrizaje fue lo más forzoso,
pues un trompis ligó en el ancho rostro.

Y él, que no era siquiera pendenciero,
del sabalaje ante sus carozos
ya iba adquiriendo el nombre de malevo.

EMBAGAYAO















Lo embagayó la minusa
con tanta zalamería
que’l muy chingolo creía
que la feba ya era suya.

Por ella fue batemusa,
cantor, músico y letrista,
ya estaba más que colifa
por el ala ‘e la chantuna.

Pero un día la bandeja
le dio soberbio chubasco
que se quedó sin palabras.

Si al chingolo hoy lo vieran
con el escracho amargao
y la zabeca tan gacha.

MÍA
















Mía, mía, la condena
de esperarla,
mía, mía, la tristeza
de soñarla,
y en mi copa de dolor,
como un río que desborda
bebo la nostalgia loca
de mi amor y de su adiós.

Me pidió que la esperase
sólo algunos años,
que tal vez el desengaño
la hiciera volver.
Pero el tiempo en su carrera
cada día va matando
mi anhelo desesperado
de volverla a ver.

Mía, mía, la condena
de esperarla,
mía, mía, la tristeza
de soñarla;
pero el dolor de la espera
es un licor que envenena
cada cacho de mi alma.

Me dijo que la esperara
y por eso yo la espero
como desde el primer día,
y en mi copa de dolor
bebo la horrible agonía
de mi amor.

Mía, mía, la condena
de esperarla,
mía, mía, la certeza
de saber
¡que no ha de volver!

CAFÉ BOULEVARD
















Ella era joven y bella, yo comenzaba a sentir
la partida inevitable de la abrileña estación,
todo mi espíritu era un arrebato sin fin,
pero mi mente gritaba llamándome a reflexión.

Ella era joven y bella, teníamos que romper,
era preciso decírselo y no postergarlo más,
y qué mejor que invitarla a compartir un café
en donde nos conocimos, en el Café Boulevard.

Café Boulevard,
tres mesas nomás,
Café Boulevard,
con son de gotán.

El reloj en la pared iba a señalar la hora
cuando de pronto la puerta se abrió silenciosamente,
había llegado al fin, se veía encantadora,
tanto que un nudo sentí en la garganta nacerme.

Café Boulevard,
tres mesas nomás,
Café Boulevard
y unas ganas locas
de querer rajar.

Ella tomó asiento,
yo la saludé,
y mientras me contestaba, sin poderme contener,
¡llorando al mozo pedía
las dos tazas de café!

BANDONEONISTA



















El abanico sonoro
de tu fuelle se desangra,
viejo bandoneonista,
si hasta parece que calca
la tristeza que desata
el tango con voz herida.

Bandoneonista, deja
de estrujar el pobre fuelle
que rezonga su dolor,
¿no ves que se me entristece
la sangre, no ves que duele
amargar al corazón?

Deja de estrujar el fuelle,
deja que el triste rezongo
se termine de una vez;
tu abanico sonoro
llora como el primer lloro
que di por una mujer.

Viejo bandoneonista
no desoigas mi consejo,
te lo pido, por favor,
¡bastante dolor ya tengo
pa’ que me amargue de nuevo
tu ronco bandoneón!