Ella era joven y bella, yo comenzaba a
sentir
la partida inevitable de la abrileña
estación,
todo mi espíritu era un arrebato sin
fin,
pero mi mente gritaba llamándome a
reflexión.
Ella era joven y bella, teníamos que
romper,
era preciso decírselo y no postergarlo
más,
y qué mejor que invitarla a compartir
un café
en donde nos conocimos, en el Café
Boulevard.
Café Boulevard,
tres mesas nomás,
Café Boulevard,
con son de gotán.
El reloj en la pared iba a señalar la
hora
cuando de pronto la puerta se abrió
silenciosamente,
había llegado al fin, se veía
encantadora,
tanto que un nudo sentí en la garganta
nacerme.
Café Boulevard,
tres mesas nomás,
Café Boulevard
y unas ganas locas
de querer rajar.
Ella tomó asiento,
yo la saludé,
y mientras me contestaba, sin poderme
contener,
¡llorando al mozo pedía
las dos tazas de café!
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